Autoconcepto del niñ@ a través de la educación

Autoconcepto infantil

A menudo escuchamos consejos sobre la crianza, sobre cómo hacer lo mejor para los/as niños durante sus primeros años de vida. Existen innumerables libros y publicaciones que generan interesantes debates sobre qué es mejor hacer o no hacer, perdiéndonos en un mar de argumentos con diferentes cuestiones.

Trataré de explicar, en este artículo, algo que unifica varias preguntas, pues en realidad constituye la raíz de todo. Teniendo en cuenta lo que comentaremos a continuación, simplificaremos mucho el "qué hacer o no" con nuestros hijos.

Conviene que entendamos cómo funciona nuestro cerebro para poder dar sentido a lo que hacemos y a cómo lo hacemos. Nuestro cerebro es una potente "máquina" que almacena información todo el tiempo. De hecho tiene la gran capacidad de almacenar todo lo que nos ocurre cada día. Cuando hablamos de almacenar información (básicamente hacemos referencia a nuestros recuerdos) tendemos a pensar que un recuerdo es tener información almacenada sobre datos como: dónde estábamos ese día, si hacía frío o calor, quienes estábamos allí, qué ropa llevábamos puesta, etc.

En realidad, esta parte del recuerdo que hace referencia a datos concretos de lo que allí ocurría, es la primera que se diluye. En cambio, hay algo que permanece almacenado de una forma mucho más duradera, aunque no seamos del todo conscientes de ello, y se trata de la parte emocional. ¿Cómo me sentí en ese momento? ¿Qué sensación tuve cuando ocurrió aquello?

Tenemos una memoria emocional que almacena información relativa a cómo nos sentimos en cada momento y qué sensaciones experimentamos y esa memoria emocional permanece activa aunque no seamos siempre conscientes de ello.

Teniendo esto en cuenta, volvamos ahora a la infancia. Durante los primeros años de vida, el cerebro de un niño aún no ha madurado la parte encargada de toma de decisiones, regulación de la impulsividad, coordinación, etc, (corteza prefrontal). Pero en cambio, sí está totalmente activa la zona de su cerebro encargada de las emociones. Todos sabemos por experiencia que un niño en sus primeros años de vida es mucho más emocional que racional. Como vemos, esto no se debe a su capricho o a que le guste retarnos o no hacernos caso, sino más bien a la propia maduración de su cerebro.

Entendido esto, suena lógico pensar que en esta primera etapa va a ser de vital importancia la información emocional que registre su cerebro, y para ello yo me haría la siguiente pregunta clave:

"¿Cómo hago sentir a mi hijo en cada interacción que tengo con él?"

Está es la pregunta que puede darnos la respuesta a todo. Si el cerebro de mi hijo va a almacenar de un modo muy especial todas las sensaciones que va a vivir y esto va a sentar las bases de su "futuro yo adulto", entonces esto parece lo suficientemente importante como para que cuide cómo le hago sentir en cada interacción. 

Pondré un ejemplo sencillo, en el que además entenderemos cómo se construye el autoconcepto de un niño (base de su autoestima).

Supongamos que mi hijo está aprendiendo a quitarse la ropa solito. Llega la hora de la ducha y cuando va a intentar quitarse la ropa me dice:

"¡Mamá no puedo!"

Yo puedo hacer varias cosas:

Opción 1: "¿En serio no puedes? ¡Hijo mío no es tan difícil! Todos tus primos ya saben hacerlo. Anda ven que ya lo hago yo”

Sensación del niñ@: "Hay algo en mi que no está bien, todos saben hacerlo y yo no". - SOY TONTO -

Opción 2: No pasa nada cariño ven, ya lo hago yo.

Sensación del niño: "Si mamá lo hace por mí y no me enseña será porque ella sabe que yo no soy capaz de hacerlo ". - NO SOY CAPAZ -

Opción 3: “Claro que puedes cariño, mira, voy a ayudarte sólo un poquito a sacar este brazo, y verás como así es más fácil y puedes terminar de hacerlo tú sólo. Si necesitas ayuda te ayudo, pero inténtalo y verás como puedes.”

Sensación del niño: "¡Es verdad, mi mamá tenía razón! Me ha ayudado solo un poco en lo más difícil pero he podido hacerlo yo solo ". - SOY CAPAZ-

Puede parecer un ejemplo muy simple, pero ahora imaginemos que detrás de cada una de esas tres mamás/papás, hay un estilo. Imaginemos que se producen interacciones parecidas cada día, durante muchos días. Finalmente, ese es el mensaje que "cala", la información emocional que registra mi cerebro y esto sienta la base sobre la que mi hijo podrá construir su "yo adulto".

A partir de aquí, todos entendemos lo diferente que puede ser nuestra vida si forma parte de nuestro autoconcepto un SOY TONTO, un NO SOY CAPAZ o un SOY CAPAZ. Por eso, volviendo al hilo del principio, no importa tanto lo que hagamos, sino más bien cómo lo hagamos y cuánto cuidemos que ellos se sientan bien en cada interacción.

Psicóloga en Elche Marian García

Psicóloga
Adultos y Trastornos de Alimentación

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