Las huellas invisibles del trauma

Trauma psicológico

¿Te ha pasado que algo que viviste hace tiempo sigue apareciendo en tu mente sin avisar, como ese mensaje incómodo que no puedes dejar de releer? Eso, en pocas palabras, es el trauma.

A veces vivimos cosas que nos marcan, incluso sin darnos cuenta. No tiene que ser una tragedia enorme. Puede ser algo “pequeño” que, en su momento, fue demasiado para nosotros. Y aunque no se vea, el peso se siente… como cargar con una mochila llena de piedras invisible.

Muchas veces pensamos que el trauma solo viene de eventos extremos: un accidente grave, una gran pérdida, violencia. Pero no. También puede venir de relaciones abusivas, maltrato, enfermedades, o incluso cosas que pensamos que ya teníamos superadas. Cada persona lo vive diferente. Lo que a ti te destroza, a otro puede no afectarle tanto, y viceversa.

Lo curioso del trauma es que no siempre se nota al principio. Los síntomas pueden ser estables, es decir, estar siempre presentes pero también pueden ser inestables, lo que significa que pueden ir y venir, y ser activados por el estrés. O pueden permanecer ocultos durante décadas y salir a la superficie de repente. Generalmente, los síntomas no se presentan individualmente, sino en grupo y a menudo se hacen más complejos con el tiempo y están cada vez menos conectados con la experiencia original del trauma.

Puede quedarse dormido un tiempo, hasta que algo lo activa: un olor, una canción, una escena parecida… y ¡zas!, se abre la herida otra vez. No es que seas débil, es que tu mente está tratando de protegerte… aunque a veces lo haga medio mal.

Algunos aspectos en los que se refleja y a través de los que se manifiesta:

  1. Salud mental y emocional: Ansiedad, tristeza profunda, estrés que no se va. Puedes sentirte en alerta todo el tiempo, con culpa, con miedo, con una vocecita que no te deja en paz.
  2. Relaciones: Tal vez te cuesta confiar, te aíslas, o sientes que nadie te entiende. Y eso puede hacer que incluso con la gente que más quieres, algo no encaje.
  3. Cuerpo: El trauma no se queda solo en la mente. Puede darte dolores, problemas digestivos, bajarte las defensas… incluso llevarte a buscar “escape” en cosas como comida, alcohol o drogas.
  4. Trabajo o escuela: Cuesta concentrarse, te sientes cansado todo el tiempo, te falta motivación. Y eso puede afectar tu rendimiento, tus relaciones laborales o incluso hacer que dejes cosas que antes te importaban.
  5. Cómo afrontamos el dolor: A veces, para no sentir, hacemos cosas que nos hacen más daño. Nos alejamos, evitamos, nos encerramos. Y eso solo lo empeora.
  6. Revictimización: Sin darte cuenta, puedes caer en situaciones parecidas a las que te lastimaron, como un ciclo que se repite. Es difícil salir si no tienes apoyo o herramientas.
  7. Otros trastornos: Si no se trabaja, el trauma puede derivar en trastornos más complejos, que afectan aún más tu vida y relaciones. Pero ojo: esto no es para asustarte, sino para que sepas lo importante que es cuidarte.

¿La parte buena? Que sí se puede sanar.

No es de un día para otro, ni hay fórmulas mágicas. Pero hablarlo, ir a terapia, rodearte de gente que te apoye, o simplemente reconocer lo que sientes, ya es un gran paso.

Pedir ayuda no te hace débil. Te hace fuerte. Te hace valiente.

Sanar no es olvidar lo que pasó. Es aprender a vivir sin que eso tenga el control de tu vida.

Psicóloga en Elche Inma López

Psicóloga y sexóloga

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