La dislalia es uno de los trastornos del habla que con más frecuencia aparece en los niños de edades comprendidas entre los 4 y los 6 años. Se manifiesta como dificultades para pronunciar determinados fonemas o sonidos, que se concretan como omisión, sustitución o distorsión de un fonema.
Ejemplos de estas anomalías son la pronunciación de toche por coche, data por lata, pocholate por chocolate, sapato por zapato, etc., según sea el sonido alterado. Estas anomalías inicialmente no son objeto de preocupación, puesto que dentro del proceso de aprendizaje de la lengua, los niños van adquiriendo de manera natural todos los fonemas, siendo algunos más difíciles que otros.
En torno a los 4-5 años se considera que el niño ya ha adquirido la gran mayoría de ellos. Es importante prestar atención a nuestros hijos y si se observa que a partir de estas edades no pronuncian correctamente los sonidos es conveniente saber el origen de estas alteraciones. Esta anomalía en la articulación de los fonemas es, dentro de las alteraciones del habla, la que tiene un pronóstico más favorable.
La intervención temprana adecuada consigue resultados muy eficaces en la articulación correcta de los sonidos, lo que facilita que el niño mejore no solamente en sus habilidades comunicativas sino también a nivel personal, social y escolar. El niño se siente más seguro de sí mismo en la emisión de su lenguaje y ello conlleva que mejore sus relaciones con los compañeros y adultos, porque tiene una mayor confianza en sus habilidades. En el ámbito académico, si ya ha empezado el aprendizaje de la lectoescritura, todos los aspectos trabajados ayudan al niño tanto en el reconocimiento, discriminación y lectura de las diferentes letras.