La vida. Ese largo camino cargado de experiencias, pasiones, incertidumbres y deseos. Ese continuo estado de aprendizaje que nos coloca con los pies en el suelo y la vista en el horizonte. Nos permite sentir felicidad y otras veces sufrimiento, experimentando una dualidad como estado permanente de crecimiento.
Es habitual que muchos pacientes acudan a terapia psicológica por tener una sensación de agitación constante. Un impulso interno de necesitar un cambio, sentir que deben resolver alguna cuestión que no alcanzan a identificar o encontrarse abatidos por el peso que les ocasiona resolver las demandas de sus quehaceres diarios. Sienten, que hagan lo que hagan se sentirán en ese estado de agitación interna tan molesto y desagradable.
Ante estas demandas los terapeutas nos hacemos estas preguntas: ¿Qué es esa agitación interna? ¿De qué le está informando? ¿Qué la provoca?
Que un paciente intente resolver estas cuestiones a través de la razón cuando la agitación que siente le desborda, es como si alguien intentara observar el horizonte de una costa mientras se encuentra en un barco en altamar con olas de varios metros de altura. Es como intentar observar un bosque cuando el malestar tan sólo le permite fijar la vista en unos pocos árboles independientes. Dar respuesta a estas preguntas requiere que el paciente acepte que el mar está picado, pero eso no significa que siempre lo vaya a estar, pues encontrarse en unas aguas más calmadas y tranquilas permitirá volver a diseñar un nuevo rumbo de viaje donde se habrá aprendido buenas habilidades para surcar un mar agitado.
¿Qué es esa agitación interna? La agitación interna, suele ser en la mayor parte de las ocasiones ansiedad o distrés, aunque conviene siempre descartar factores médicos. Se trata de una respuesta de anticipación involuntaria del organismo frente a estímulos que pueden ser externos o internos ante determinadas situaciones, pensamientos, sensaciones, emociones, etc, que activan una respuesta de tensión o agitación con sensaciones desagradables.
Esta respuesta de tensión puede ocasionar:
Sintomatología Física: Taquicardia, palpitaciones, opresión en el pecho, falta de aire, temblores, sudoración, al igual que otras somatizaciones ocasionadas por la ansiedad, tales como cefaleas, dolores estomacales, diarrea, cansancio, etc.
Sintomatología Psicológica: Inquietud, agobio sensación de amenaza o peligro, ganas de huir o atacar, sensación de perder el control, dificultades para tomar decisiones, entre otros, al igual que pensamientos recurrentes, acelerados o de carácter rumiativo sobre temas concretos o diversos pudiendo llegar a ocasionar obsesiones. Por otro lado, existe sintomatología de carácter mental tal como dificultad para la atención, concentración, memoria, despistes, descuidos, confusión, susceptibilidad o interpretaciones inadecuadas.
De conducta: Estado de alerta o hipervigilancia, impulsividad, dificultad para quedarse quieto o en reposo, al igual que dificultad para actuar, sensación de parálisis, torpeza, etc.
¿De qué le está informando? Esta información desagradable y molesta nos puede estar informando que algo a nuestro alrededor o internamente en nosotros no está funcionando. Nos puede señalar que hay aspectos en nuestra vida del presente o del pasado que están sin resolver y que conviene mirar hacia ese dolor y sufrimiento para escucharlo con atención y aceptación sin huir de él, no manteniéndonos en una lucha continua donde no existe ningún ganador.
¿Qué la provoca? Solamente el abismarnos en nosotros nos dará respuestas sobre qué la provoca. Mirar nuestra actitud y estado para conectar con nuestro yo profundo nos ayudará a resolver lo que causa ese dolor. Muchas veces el problema no está en lo que me dispara ese estado de ansiedad, sino en qué me lleva a mantenerme continuamente en ese estado repetitivo y continuo que no me hace encontrar una solución. Mantenerme en esa rueda que no para de girar sin encontrar una salida reparadora.
A modo de metáfora, aceptar las aguas picadas de nuestras emociones, observar el paisaje en vez de fijarnos únicamente en el árbol que tenemos enfrente será fundamental para generar el cambio que necesitamos en nosotros. Tener una mirada mucho más amplia y no limitada de nuestro ser. Apoyarnos en la gente en la que podemos sostenernos, buscar ayuda en profesionales de la salud mental y dar pasos distintos a los que estamos acostumbrados a realizar serán los caminos que nos llevarán hacia el cambio.